ANÁLISIS
| LAS MEDIDAS DEL MINISTERIO PARA AGRICULTURA PRIVILEGIAN A LAS GRANDES EXPLOTACIONES
Patada a seguir en política agraria
El autor, miembro de Ecologistas en Acción, analiza
las propuestas de Arias Cañete para el sector agrícola
y su compatibilidad con las políticas europeas.
Abel Esteban
Jueves 23 de febrero de 2012. Periódico Diagonal
Número 168
Al igual que el resto de ministros
del nuevo gobierno, Cañete situó la recuperación económica y el
crecimiento en el centro de su gestión, indicando la necesidad de
racionalizar y clarificar la política medioambiental para que ésta no
suponga un obstáculo a dicha recuperación. Tratándose del Ministro de
Medio Ambiente, este planteamiento de partida resulta preocupante.
En primer lugar, porque obvia la incompatibilidad entre el crecimiento
económico ilimitado con los límites físicos del planeta, más que
evidentes si pensamos en el agotamiento del petróleo y otras materias
primas básicas para la economía, o la saturación de sumideros
como la atmósfera (que da lugar a,
entre otros, el cambio climático).
No tenemos planeta B.
En segundo lugar, el Ministro podría dar a entender que la política y
normativa medioambiental –una de
las grandes olvidadas ya en los últimos años del Gobierno anterior–
suponen un obstáculo para la recuperación económica, obviando que
precisamente las crisis económica
y financiera tienen su origen en
procesos como la especulación financiera, la destrucción del territorio o el fomento del consumismo,
fenómenos todos ellos insostenibles en lo social, económico y ambiental. En lugar de aprender de los
errores del pasado y apostar por
una recuperación económica que
parta de las capacidades (y límites)
de los ecosistemas para impulsar
actividades productivas, formas de
organización social o modelos de
consumo realmente sostenibles, el
Gobierno parece decidido a retomar las políticas suicidas que nos
han traído al atolladero actual.
Algo parecido podemos vislumbrar en las propuestas relacionadas
con la agricultura, la ganadería o la
transformación y distribución alimentaria. Para el ministro el
predominio de explotaciones agropecuarias de reducida dimensión en el
Estado español es un problema, y
muchas de sus propuestas van dirigidas al incremento de superficie,
tecnificación, concentración de la
oferta, etc. En resumen, propuestas
que promueven la industrialización
y capitalización de las pequeñas y
medianas explotaciones, aquellas
con mayor capacidad de generación
de empleo, aprovechamiento de los
recursos locales o dinamización del
medio rural. El ministro obvia de
nuevo cómo precisamente la apuesta por la industrialización de la
agricultura impulsada desde la UE –a
través de la Política Agraria
Común– (PAC) y asumida por el
Estado es la responsable del cierre
de explotaciones (1.330.000, el 58%
de las existentes, desde 1986) y de
la destrucción de empleos agrícolas
(924.000, el 50%, en el mismo periodo). Podemos prever el resultado de
las (no tan) nuevas propuestas: más
crisis para el sector productor y más
concentración de los beneficios que
genera el sector agroalimentario en
las grandes explotaciones, la agroindustria y la gran distribución.
Mientras que la formulación de
algunas de las propuestas habla de
reforzar la posición (y las rentas)
precisamente del sector productor,
el análisis detallado de las medidas
nos hace pensar en precisamente lo
contrario. Algunos ejemplos; se
habla de la “promoción y consolidación de las organizaciones
interprofesionales”, que algunos sindicatos agrarios denuncian por
sustraer
poder de negociación a las organizaciones profesionales agrarias
(OPAs) a favor del sector transformador y de la todopoderosa gran
distribución (Mercadona, Carrefour, grupo IFA, etc.) El “plan estra-
tégico de diversificación de la actividad económica en el medio rural”,
en la práctica, supone seguir desagrarizando el campo. Se apuesta
por “facilitar a las empresas agroindustriales el acceso a los mercados
internacionales”, en detrimento de
la pequeña y mediana producción,
sea autóctona o de los países receptores de nuestras exportaciones.
Además, la ampliación de los
seguros agrarios se traduce en la
transferencia de (más) fondos públicos al sector financiero, en este
caso aseguradoras, en lugar de fomentar la transición hacia formas
de producción menos vulnerables
a fenómenos imprevisibles y
adaptativas a por ejemplo, los
efectos del cambio climático.
Todas estas medidas parecen
acordes a las propuestas de la
Comisión Europea para la nueva
PAC que entrará en vigor en 2014,
de la que dependerá buena parte del
futuro de la agricultura europea, y
que será otra de las prioridades del
nuevo ministro.
Si bien otras medidas, únicamente formuladas (y a la
espera de conocer
cómo se desarrollarían) podrían tener algunos efectos favorables para
una producción agrícola
socialmente más justa y ecológicamente más sostenible, hay algunas
grandes olvidadas entre las propuestas de Arias Cañete. Sería el caso de
mecanismos de control de
precios, que garanticen rentas dignas a los productores, y por lo tanto,
reducir el gasto de fondos públicos en ayudas a productores. Otro
punto importante debe ser el fomento de la producción ecológica,
principalmente aquella dirigida a
los mercados locales y regionales,
con gran potencial para generar
empleo y dinamizar las economías
rurales; los canales cortos de comercialización; el fomento de la
ganadería extensiva; o la moratoria a
la producción o importación de cultivos transgénicos, que cada vez
más Estados europeos están asumiendo. En definitiva, la apuesta
por la soberanía alimentaria como
política rectora de nuestra alimentación y por la agroecología como
herramienta para el aprovechamiento sostenible de los recursos.
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